En la Saga de los Font Puig, el hijo mayor,el Hereu, heredó las tierras y la Casa pairal a cambio de proteger a sus hermanos y familias como exigía la tradición.
El hereu, se había casado conmigo hacía unos cinco años. Me casé enamorada sin saber que mi hombre era gay; su sensibilidad la atribuí a su hobby, marchante de Pintura y prpietario a medias de una Galería muy afamada.
Su socio era gay y yo lo sabía.
Dedicado a trabajar en los viñedos para producir buena uva para la Bodega de vinos del hermano, mi marido estaba casi siempre en casa.
Algunos días se ausentaba para ir a la capital donde estaba su Galería. Aquella estaba a unos ciento ochenta kilómetros y no hacía ida y vuelta en el día, aprovechaba para hacer gestiones financieras, visitar otras Galerías y cenar con amigos o ir al cine.
El primer año fuimos juntos y a esos viajes los considerábamos unas cortas lunas de miel. Fue así porque en nuestra casa no conseguía mi marido mantener unas relaciones satisfactorias que atribuía al stress del viñedo. Yo andaba disgustada y creída de no ser suficientemente atractiva. Mi marido, exhibiendo poco entusiasmo, propuso esas salidas y yo me avine.
En resumen, en el hotel tuvimos buenas relaciones y ni que decir lo feliz que volvía. Quedaba convencida que lejos del hogar mejoraban los deseos sexuales de mi marido. Eran relaciones tranquilas y duraban todo el tiempo que quisiera yo.
Yo aprovechaba los viajes para comprar ropa, ir a la peluquería y ver alguna película en la suite del Hotel mientras cenábamos.
Alguna noche lo hacïamos con el socio y algo me rechinaba al verles tan amiguitos; pero no me preocupaba. Además, esas noches de pasión no me dejaban dudas de la heterosexualidad de mi marido.
Sí que esas noches,acabada la pasión, él se quedaba insomne y yo no. Despertaba a la mañana muy temprano cuando él volvía a la habitación ligeramente borracho; la excusa es que se quedaba jugando en la Sala de tragaperras y bebiendo.
A pesar de constatar el número de horas que desaparecía yo despertaba muy relajada y ante mis preguntas se me acostaba al lado y empezaba mi sesión de sexo a base de caricias y besos especiales. Mi marido en eso era increíble y su cara y palabras demostraban lo bien que se lo pasaba. Eso sí, nunca se sumó y yo imaginaba que el insomnio y el alcohol no lo favorecía.
Hasta un día que, susurrándome con lujuria, se le escapó el nombre de su socio. Los dos nos quedamos sorprendidos pero él riendo me pidió disculpas mientras yo estaba en un momento de demasiado placer.
Pasado el momento no nos dijimos nada y ya no volvimos a hablar.
Yo tuve claro todo y él entendió que yo le descubrí.
Entonces decidí no volver juntos a la capital y a él no le pareció mala idea.
Siempre había tenido buena relación con el jardinero pero no me había dado cuenta lo bien que yo le caía. Él me rondaba tan sutilmente que a pesar de darme cuenta, me sentía halagada y no me disgustaba.
Todo cambió a mi regreso. Mi marido era gay y yo no quería divorciarme.
El jardinero me pareció hasta guapo.
La primera mañana, de las que me quedaría sola cuando mi marido viajara, se me acercó muy cauto, afable y me dio una margarita junto con los buenos días.
Mientras se alejaba descubrí sus espaldas anchas y sus brazos musculosos. Desde ese instante supe que le haría mi amante.
El Hereu y yo
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