Impositivamente hablando
Escuchando las noticias económicas sobre las reducciones de impuestos, sentí vergüenza porque ese dinero es de los niños y de los expulsados del Sistema.
Me quedé pensando cómo decir en voz alta a estos gobernantes que no queremos dinero sustraído del Bienestar social.
Cómo es de complicado todo y qué fácil lo tienen para regalarnos «caramelos envenenados» a cambio de nuestros votos.
Claro que esta forma de generar o no recursos públicos es parte del todo en que vivimos como sociedad capitalista.
No hay nada de malo en esto ni en que recibamos un mejor trato impositivo; como siempre engañoso. Nos prometen falsamente una mejoría que no la sentiremos pero que necesitamos oír. Quien de nosotros, el común de las gentes, podemos ser indiferentes ante la posibilidad de ir saliendo del pozo.
Esta ciénaga tramposa sigue devorándonos, pero ver en el aire un cabo de la cuerda que nos tiran nos anima a intentar salvarnos. Como en las arenas movedizas, movernos intentando salir es parte de nuestra perdición; pero hay que intentarlo.
Por sencilla y simple empatía me sentí culpable de «mejorar mi salud económica», a costa de los que se quedaron atrás sin remedio.
Pobreza infantil sin siquiera comedores escolares veraniegos, desahuciados de sus casas, desempleados a millones, estudiantes sin estudios garantizados, dependientes arrumbados, salud quebrada e inalcanzable posibilidad de medicarse, Cultura desechada como innecesaria y/o superflua y todo lo demás perdido por el camino necesita un punto y final. No es posible vivir con salvavidas, hay que volver a tierra firme.
Yo no quiero nada que pertenezca a los desfavorecidos, prefiero por ejemplo que todos los niños puedan comer todos los días.
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